lunes, 20 de junio de 2016

El árbol de la vida y su significado.


La cultura celta se ha transmitido durante generaciones de forma oral. La lengua celta no tenía caracteres para ser representada de forma escrita. Esto ha hecho que los únicos documentos escritos de los antiguos celtas sean los de los historiadores romanos, con la consecuente interpretación y pérdida de conocimiento. Todo esto ha hecho que no sepamos exactamente cómo era la cultura celta en su apogeo, y que los libros sobre el tema no digan lo mismo sobre quiénes eran sus dioses o lo que significaban los símbolos, por ejemplo. Depende de la fuente, variaran las fechas de los árboles o a qué protegía cada dios, pero la esencia es la misma.

El Árbol de la Vida – El Crann bethadh
No cabe duda de que los árboles tienen una gran importancia en la cultura celta. La vida de los hombres está íntimamente relacionada con los bosques. Éstos les proporcionan protección, cobijo, la leña que alimenta las hogueras y en ellos se abastecen de caza y frutos necesarios para su alimentación. Algunos árboles como el roble, son elementos sagrados a los que los celtas guardaban un profundo respeto. Los druidas utilizaban los bosques como aulas donde impartían sus enseñanzas y conocían profundamente los secretos de las plantas, de las cuales extraían los ingredientes principales de sus remedios medicinales y sus pócimas. Por lo tanto, dentro del estudio de los símbolos, es acertado empezar hablando de los árboles, esencia de la vida.
El árbol establece la comunicación entre los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces; la superficie de la tierra, por el tronco; y el cielo, por la copa y sus ramas. Es por tanto el eje del mundo que establece la relación entre la tierra y el cielo. El árbol de la vida surge de un recipiente, una vasija que simboliza a la madre tierra, de la que nace toda la vida.
El árbol era el eje del mundo
Debido a que las raíces del árbol se sumergían en el suelo mientras sus ramas se elevaban al cielo, el druida lo consideraba el símbolo de la relación tierra-cielo.
Poseía en este sentido un carácter central, hasta tal punto de que suponía la esencia del mundo.
Son muchas las civilizaciones antiguas que han establecido su árbol central, ése que era tenido como el eje del mundo: el roble de los celtas; el tilo de los alemanes; el fresno de los escandinavos; el olivo de los árabes; el banano de los hindúes; el abedul de los siberianos, etc.
Tanto en la China como en la India el árbol que es considerado el eje del mundo se halla acompañado de pájaros, lo mismo sucedía con los celtas, ya que éstos reposan en sus ramas.
Lo considerábamos estados superiores del ser, que se hallaban vinculados, al mismo, con el tronco del árbol.
Los pájaros eran doce, lo que recordaba el simbolismo zodiacal y el de los Aditya, que constituyen la docena de soles.
La misma cantidad suman los frutos del árbol de la vida, los cuales son signos de la renovación cíclica que se produce en todo lo vivo que hay sobre la Tierra.

el árbol cósmico

El árbol cósmico para los druidas era el central: su savia suponía el rocío celestial y sus frutos proporcionaban la inmortalidad (el retorno del ser o un estado paradisíaco).
Así ocurría con los frutos del árbol de la Vida que se encontraba en el Edén, las manzanas de oro del Jardín de Hespérides y los melocotones de la si-wang, la savia del Haoma iraní.
El hiomaragi japonés también es valorado como un árbol cósmico, igual que el Boddhi, bajo el cual Buda alcanzó la plena iluminación, por lo que desde entonces representa al mismo Buda en la iconografía primitiva.
El simbolismo chino conoce el árbol de la fusión: une el Ying con el Yang (cruzamiento de las flores masculinas y las femeninas del árbol).
Asimismo, las dos categorías de árboles: los de hojas caducas y los de hojas perennes están afectados por signos opuestos: uno simboliza el cielo de las muertes y renacimientos; y el otro representa la inmortalidad de la vida, es decir, dos manifestaciones diferentes de una misma identidad.
En Bolivia y Haití, el árbol no sólo es de este mundo, se yergue en el más próximo y sube al más lejano. Va de los infiernos a los cielos, como un camino de viva comunicación.

jueves, 9 de junio de 2016

Flores con mejor olor para tu jardín

Llega la primavera y nuestros jardines cobran vida. La subida de temperaturas y una mayor cantidad de horas de sol provocan que las flores se muestren en toda su plenitud. Unas destacan por la extraña forma de sus hojas, otras por sus vivos colores y otras por la fragancia que desprenden.
De estas últimas nos ocupamos hoy y damos un repaso por algunas de las que cuentan con mejor olor:
Estaréis de acuerdo conmigo en que por fragancia, elegancia y belleza, la Rosa debe ocupar el primer lugar de la lista. El mejor sitio para plantarlas es en los laterales de una zona de paso. Existen muchas variedades con distintos colores y aromas.
El Jazmín ocupa también uno de los lugares de privilegio ya que actúa como un auténtico ambientador natural. Necesita mucho sol y no mucho agua. De origen mediterráneo es perfecta para épocas de calor.
El Jacinto es otra de esas flores con un aroma penetrante. Colócalos a la entrada de la casa, así disfrutarás de su fragancia al máximo. No necesita de mucho sol ni de mucho agua, pero si requiere un buen drenaje.
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La Hierbabuena no tiene una flor especialmente bonita pero si es muy aromática y agradable. Perfecta para preparar un rico mojito que sacie nuestra sed. La puedes plantar en cualquier sitio, que mientras tenga agua saldrá adelante. Es perenne, por lo que te aguantará todo el año.
La Glicina puede dar un toque diferente a tu jardín. Su aroma a vainilla aparece al inicio del verano. Tiene forma de grandes racimos colgantes, puede vivir más de 100 años y es perfecta para cubrir muros o paredes. Cuidado con sus semillas y vainas, son tóxicas.
Uno de los clásicos a la hora de ambientar y llenar de olor un jardín es el Tomillo. Muy utilizado en las recetas de cocina es muy resistente y no requiere de grandes cuidados. Colócalo como bordura. Su aroma se incrementa con el roce.
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Otra de las plantas perfectas para adornar nuestro jardín es la Gardenia. Sus flores de color blanco crema desprenden un olor muy intenso, necesita de un abundante riego y no es muy amiga de sol, sobre todo a las horas centrales del día.
La Azucena desprende un aroma más intenso a la caída del sol, no necesita de cuidados especiales y es muy fácil de cultivar.
La Madreselva crece y florece con rapidez en esta época del año. Es conveniente podarla después de que florezca o tu jardín será invadido. Es trepadora y sus flores, que son rojas con lóbulos terminales amarillos, exhalan un perfume delicado, más intenso de noche. Le gusta la sombra y no precisa de grandes cuidados.